Ciertas modalidades relacionales en la psicosis infantil movilizan a veces de parte de los profesionales afectos tales que designan al niño como “perverso”, según una palabra más popular que diagnóstica, es decir contestando así a un sentimiento perturbador.
La cuestión de si el niño se encuentra en lo imposible de un consentimiento a la castración, o de la negación de ésta sólo se plantea a condición de retomar los elementos clínicos de manera muy detallada para comprender los desafíos del posicionamiento subjetivo del niño.
El análisis del discurso de Hadrien, de la manera en la que se sitúa frente al Otro maternal todo poderoso y frente a la falta de inclusión de la Ley paternal, permite comprender cómo su búsqueda, su investigación, vienen solicitar al personal sanitarios en su relación propia a la castración y a lo que deja como huella de lo que era necesario para realizar dicha pérdida.
Dossier"Perversión », Piper N°7